POEMA A MIGUEL
HERNÁNDEZ ©
Miguel Hernández poeta,
poeta de gran talento,
un titán de sus ideas
que nos plasmó grandes versos.
Impregnaste en nuestra sangre
el amor hacia los pueblos
al sentir de muchos seres
que entendieron tus anhelos.
Caminaste por senderos,
pisaste terrones secos
balbuceando poesías
entre abrojos y silencios.
Tus sueños y fantasías,
tus ansias y desconciertos,
suspendidos se quedaron
con el ancla de los tiempos.
La dictadura del hombre,
pisoteando tu ego,
quemó toda tu ilusión
entre barrotes de hierro.
La incomprensión de otra era
te espoleó el sentimiento
y tu espíritu reinó
sobre toda indignidad
que atenazó los cerebros.
Tus manos, surcos de arrugas,
que eran libres como el viento,
esposadas las llevaron
como asesino más fiero.
¡Pobre Miguel!, ¡Qué injusticia!
¡Cómo sufro por aquello!
Y entre la mugrienta calma
de aquel terrible aposento,
la lucidez de tu mente
le salían los recuerdos
que sin pluma ni papel
escribiste en cemento
con el agua que fluía
del penar que te impusieron.
Frases limpias de un latido
desgarrado con heridas
bombeando los tormentos.
Miguel Hernández amigo,
llevabas la magia dentro
que mi alma recogió
y selló a fuego lento.
Imagino tu sudor
en la angustiosa agonía
del hueco de tantos presos.
Y las venas de tus sienes
hinchadas por los desvelos
un día quedaron frías
congelando el sufrimiento.
Y te dormiste despacio
con el dormir de los muertos...
El sonido de un quejido
de un campanario a lo lejos,
repicó en su soledad
en señal de tanto duelo.
Y una lluvia de tristeza
se desprendió de aquel cielo,
y un estruendo rasgó el aire
anunciando que un lucero
se elevaba hasta los cielos.
Apagado quedó el Sol,
las estrellas se fundieron,
oscuro todo el planeta
por la luz que compartieron.
Los sauces y las palmeras
se inclinaron hacia el suelo,
ya no mirarían alto
aquellos ojos tan tiernos.
Y los campos y los valles,
los ríos y los regueros,
silenciaron todo ruido,
los colores destiñeron.
Y el agua de las marismas
cambió azul por negro.
La mar agitó sus olas
despidiendo enfurecida
al poeta sin gemelo.
Muchos son los que han cantado
tu valía de portento,
pero el pulso que ahora tiembla,
te envía volando versos
que irán directas a un mundo,
al mundo de tus ensueños.
¡Adiós amigo poeta,
la emoción no la contengo,
pues empapa mis cuartillas
y extasía lo que siento!
Un día estaremos juntos
mezclados con ese polvo
del reposo de los huesos.
Espérame en esa tierra
de la que todos nacemos
y al expirar de mis días
allí nos encontraremos.
Miguel Hernández poeta,
un gran poeta del pueblo.
Poema incluido en el libro Biografía lírica de una libertad cautiva. Miguel Hernández.